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Conferencia Cientifica:

                CIENCIA Y TECNOLOGIA PARA EL
                    DESARROLLO SOSTENIBLE
                       DE IBEROAMERICA
                CONFERENCIA CIENTIFICA DE LA

     III CONFERENCIA IBEROAMERICANA DE JEFES DE ESTADO Y
                         DE GOBIERNO

     "CIENCIA Y TECNOLOGIA PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE
                      DE IBEROAMERICA"

                  RESUMEN Y RECOMENDACIONES

                                             SALVADOR, BAHIA
                                     4 al 7 DE JULIO DE 1993

Introduccion

Las reuniones de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de los países iberoamericanos están logrando la consolidación de un espacio político común. De esta manera se convierten en una ocasión adecuada para la formulación de propuestas de políticas conjuntas con vistas al desarrollo y bienestar de los pueblos, basadas en un modelo que garantice la preservación del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales.

Con este propósito, el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNP) de Brasil han convocado la Conferencia Científica (Bahía-Ciencia 93) preparatoria de la III Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que va a tener lugar en Salvador (Bahía) en el presente mes de julio de 1993.

El objetivo principal de Bahía-Ciencia 93 fue contribuir a una reflexión por científicos y expertos en política y planificación de la ciencia, para formular recomendaciones concretas sobre la necesidad de encontrar caminos para el desarrollo sostenible, e indicar medios para fortalecer los procesos de integración y cohesión a escala iberoamericana, en el momento en que nuestros países han recuperado la democracia como forma de gobierno y de participación popular.

Esta Conferencia tiene su precedente en la Cumbre Iberoamericana de la Ciencia y la Tecnología, organizada por el Programa CYTED, en Sevilla, en 1992, que reunió a las máximas autoridades responsables por la política científica de los países iberoamericanos.

La discusión al respecto refleja dos tendencias, dos "mandamientos universales", de algún modo patrocinados por las Naciones Unidas. El primero de ellos está consagrado en la Declaración de los Derechos Humanos, donde se anuncia "el advenimiento de un mundo en que hombres y mujeres gocen ...de la libertad de vivir a salvo del temor y la necesidad" -lo que implica la facilitación de bienes, servicios y protecciones legales capaces de garantizar la dignidad de las personas.

El segundo mandamiento, esbozado en ECO-RIO 92, proclama los diferentes valores de la diversidad biológica, considerada en sí misma en su uso para la humanidad. En ECO-RIO 92 se reconoce esta dualidad y se reafirmaron los derechos del ser humano. En la expresión del Principio I de la Declaración de Río sobre el medio ambiente y el desarrollo, se indica que "los seres humanos están en el centro de las preocupaciones sobre el desarrollo sustentable. Tienen derecho a una vida saludable y productiva, en armonía con la naturaleza".

La aspiración al desarrollo sostenible surge como una apuesta por la conciliación entre la ecología y la economía, como una apuesta por la sobrevivencia tanto del hábitat como del habitante. Los recursos naturales continuarán siendo consumidos, pues de eso depende el proceso de desarrollo. Pero la gestión de la naturaleza se hará de tal manera que preservará su capacidad de regeneración, en el tiempo y extensión apropiados, para garantizar el mismo capital ecológico de hoy en favor de su uso por las generaciones del mañana.

Por consiguiente, se trata de redefinir los dos términos de la ecuación: a qué tipo de desarrollo nos estamos refiriendo y qué forma de sustentabilidad vamos a usar para garantizarlo. Esquemáticamente, se solicita optar entre el desarrollo del hombre y el desarrollo de la riqueza del hombre. En otras palabras, estamos obligados a repensar los fines del desarrollo, no ya como un fin en sí mismo, sino como un proceso que deseamos esté al servicio de los seres humanos.

Si así es como debe ser, ¿cómo y cuándo será el desarrollo verdaderamente sostenible? Antes de todo, será sostenible cuando se disminuya, o incluso se elimine, su potencial de destrucción de la naturaleza; seguidamente, cuando sea capaz de crear una ingeniería económica eficiente, que garantice la propia continuidad del proceso con beneficios crecientes en productividad; y, principalmente, será sostenible en la medida en que sepa usar la eficiencia económica y eficacia técnica en favor de la justicia social, porque es ésta, en definitiva, quien da sentido a todo. El sistema en su conjunto será sostenible en el momento en que se revele capaz de responder a un proyecto de sociedad humana basado en la justicia y orientado hacia la paz, siendo la paz fruto de la justicia.

En resumen, lo que se está planteando es un proyecto social universal que (co)responda a los derechos del ser humano, individual y colectivamente considerado, sin exclusiones ni "apartheids". Tal proyecto social planetario debe, por lo tanto, ser responsable por el mundo que nos rodea, por el medio ambiente, que ahora reconocemos como vulnerable, sin el cual el propio proyecto no se sustentará. Debe ser, también, fundamental y finalísticamente responsable por las personas humanas, a quienes el proyecto va dirigido, para sustentar su dignidad intrínseca.

Finalmente, ha de ser un proyecto global sustentable en sí mismo, en el sentido de que debe ser continuo y permanente, de tal forma que el medio circundante sea incesantemente reelaborado y en el sentido de afectar no sólo a la presente generación, sino también a las generaciones humanas venideras. El desafío, en síntesis, es el de la sustentación del hábitat, como condición para la sustentación del habitante.

Si hay una bandera capaz de sintetizar la propuesta de desarrollo sostenible, es la de que los seres humanos, todos los seres humanos deben tener condiciones para hacerse más humanos, puesto que cada vez estarán más desarrollados. Lo demás es instrumental, la riqueza del hombre basada en la riqueza natural. El desarrollo, pues, solamente será sustentable, técnica, económica, ecológica y éticamente, en la medida en que sea responsable por la naturaleza de la que dependemos y sea responsable por el ser humano que es cada uno de nosotros. "Nunc et semper". 1. Ecos de ECO-RIO 92

ECO-RIO 92 planteó una agenda de temas globales para su reflexión. Fue una reunión singular desde el punto de vista de las relaciones internacionales, ya que se trató de la primera Conferencia de alcance mundial después del fin de la guerra fría y de la desaparición de la URSS. En tal sentido, reflejó dos tensiones existentes en el seno de la sociedad mundial; por una parte, una "lógica de unificación" derivada del nuevo orden emergente y de los fenómenos de globalización y por otra parte, una "lógica de fragmentación" derivada de fuerzas centrípetas, favorecedoras de procesos de autodeterminación que salen fortalecidos por el relajamiento de los mecanismos de control político propios de etapas anteriores.

ECO-RIO 92 propuso a la sociedad mundial la consideración de determinados valores. Fundamentalmente, su legado consistió en una re-legitimación del desarrollo como un valor deseable y posible, enfocándolo desde una nueva perspectiva que involucra a toda la humanidad, en un nuevo plano de relaciones con el medio cultural. Esta nueva visión queda expresada en el concepto de "desarrollo sostenible".

ECO-RIO 92 surgió, además, como probable punto de inflexión en un proceso de toma de conciencia que había comenzado a ser gestado en épocas anteriores. Si la década de los 50 representó el auge de un modelo de industrialización que no tomaba en cuenta centralmente las variables ecológicas, la de los 60 permitió la emergencia de ciertas preocupaciones que tomaron estado público a partir de la crisis energética de comienzos de la década siguiente, dando lugar a una toma de conciencia ciudadana acerca de la gravedad de tales problemas.

La década de los 80 fue testigo de los primeros intentos de diseñar una estrategia mundial de conservación de la naturaleza y de la vinculación explícita de los dominios de la economía y de la ecología. Fue ésta una época en la que se apreció el fracaso de las estrategias gubernamentales aisladas, dando así lugar a que el problema debía ser enfocado a escala mundial.

Los actuales años 90 comenzaron bajo el signo del sentido integrador de la problemática ecológica y de su íntima relación con el proceso de desarrollo económico y con el modelo productivo que se adopte. Esta percepción ha conducido a la modificación de la óptica predominantemente conservacionista a una visión integradora que incorpora los parámetros económicos y culturales. Problemas recientes para la humanidad, como el agujero de ozono, la pérdida de la diversidad biológica, la destrucción masiva de los bosques tropicales y el aumento del "efecto invernadero", muchos de ellos asociados al crecimiento exponencial de la pobreza, probaron la condición global de los temas ecológicos.

En este contexto se llevó a cabo ECO-RIO 92, que despertó grandes expectativas que se tradujeron posteriormente en cierto desencanto, pese a haber producido resultados tales como la Declaración de Río, la Agenda 21 y la creación de comisiones específicas para el cambio climático y la diversidad biológica, así como la declaración de principios sobre las áreas forestales. Este desencanto se evidencia con la constatación de que no han sido desarrollados la mayoría de los compromisos entonces asumidos.

Dificultades muy concretas se interponen al cumplimiento de los acuerdos de la Cumbre de Río. En primer lugar, si bien es cierto que la reunión legitimó el concepto de "desarrollo sostenible", no es menos cierto que su aplicación a escala productiva representa para las empresas costos adicionales más elevados que en etapas anteriores, caracterizadas por la consigna de "crecimiento a cualquier costo".

Adicionalmente, la compatibilización de las metas del desarrollo económico y de las actividades productivas, con el manejo equilibrado del ambiente, requiere cambios importantes, tanto a nivel institucional, como de las modalidades de desarrollo. Estos cambios deben ser llevados a cabo en Iberoamérica y para ello se requiere una decidida voluntad política de los gobiernos.

Es preciso, también, que los países de la región modifiquen y reemplacen los sistemas tecnológicos en uso, por otros que sean ambientalmente más adecuados. Sin embargo, para que ello sea posible se requiere contar con condiciones financieras adecuadas para hacer frente a las inversiones necesarias. Esta condición resulta coyunturalmente difícil en el contexto de la actual situación económica internacional. Por ello, sólo una voluntad política decidida podrá producir resultados en este sentido.

Esto debe servir como una llamada de atención, tanto a los países desarrollados, como a los países en desarrollo. A los primeros, por cuanto la conciencia de la gravedad de los problemas debe conducirlos a la movilización de los recursos necesarios, especialmente en ayuda de los países más pobres. A los segundos, por cuanto deben adoptar una visión de largo plazo apoyada en la convicción de que la explotación basada en la destrucción de recursos naturales no puede ser tratada como generadora de ingresos genuinos, sino como consumo de capital.

ECO-RIO 92 representó una etapa en un proceso que mantiene continuidad. A partir de ECO-RIO 92 la problemática ambiental tuvo otro foro de legitimidad y creció su importancia en términos sociales. Los temas ecológicos pasaron a tener naturaleza ética y política, registrándose la aparición de un nuevo actor social: las nuevas generaciones. De este modo, la dimensión temporal de estos problemas adquirió una nueva perspectiva.

ECO-RIO 92 ha propuesto a los gobiernos de todo el mundo el reemplazo de la lógica de la confrontación, por una lógica de la cooperación. La naturaleza del problema ecológico, visto ahora desde la sociedad, incorpora necesariamente los conceptos de democracia participativa y de justicia social.

Surge así, nítidamente, un mensaje para los jefes de Estado y de Gobierno de los países iberoamericanos: es preciso un compromiso político mancomunado para que las sociedades puedan ir alcanzando un desarrollo equitativo en armonía con el medio natural. Los gobiernos de la región, sometidos a apremiantes urgencias de corto plazo, deben liderar un esfuerzo generoso, por parte de todos los actores sociales, para el logro de metas que beneficien a las generaciones futuras. 2. Ciencia y Tecnología para la Gestión de la Biodiversidad

La diversidad biológica constituye una de las riquezas más importantes con que la naturaleza ha dotado a los países de la región. El interés por la biodiversidad ha ido creciendo al mismo paso que la toma de conciencia de los problemas ecológicos, pero esto no ha hecho sino poner de manifiesto la existencia de zonas de sombra en el plano del conocimiento. Sabemos poco todavía acerca de la biodiversidad.

Los científicos debaten a propósito de los métodos adecuados para determinar el número de especies. La extrapolación de metodologías adecuadas para la identificación de vertebrados resulta inaplicable a un universo que abre dimensiones insospechadas, tanto hacia el reconocimiento de las bacterias, como de la fauna submarina.

La prioridad que debe ser asignada al conocimiento de la biodiversidad queda ilustrada por el hecho de que se supone la existencia en el mundo de hasta quince millones de especies, una tercera parte de las cuales corre el riesgo de desaparecer en los próximos cincuenta años. La mayoría de estas especies no podrá ser siquiera estudiada antes de su desaparición, ya que las especies descritas actualmente representan apenas un 15% del total estimado. Al ritmo del conocimiento actual, que permite identificar aproximadamente trece mil especies por año, se requeriría más de un siglo para contar con información completa acerca de la biodiversidad. Esta circunstancia pone de manifiesto el hecho de que no es posible esperar los resultados para adoptar medidas. La toma de decisiones, en este caso, debe anteceder al conocimiento científico.

Existen, no obstante, ciertos aspectos inquietantes que merecen la reflexión de los científicos para fundamentar la adopción de políticas. Uno de ellos se refiere a la relación entre diversidad y estructura, ya que en muchos ecosistemas la riqueza de especies parece superior a la necesaria para la realización del ciclo bioquímico. Hay, entonces, una pregunta no resuelta en la dinámica de los ecosistemas para resistir el impacto humano: ¿qué importancia tienen las especies redundantes? Y junto a ésta: ¿cuáles pueden ser los usos de tales especies, hoy poco aprovechadas?

Las preguntas enunciadas tienen una importancia decisiva para el establecimiento de una estrategia de conservación, teniendo en cuenta que la lógica dominante conduce ala adopción de posiciones utilitarias que procuran alcanzar la máxima utilidad en el más corto plazo. Sin embargo, no se debe olvidar que mientras la cultura humana tiende a la simplificación, la naturaleza exhibe la diversidad. Por ello, la lógica mercantil debe ser moderada por la comprensión del hecho de que el hombre explota para su sustento una parte ínfima de las especies existentes y su comportamiento hacia el conjunto de la naturaleza debe ser, por lo tanto, extremadamente respetuoso.

Es preciso resaltar la importancia de las reservas de la biosfera y otras áreas protegidas, con actividad humana adecuada. Este enfoque destaca también la importancia de las áreas rústicas como zonas de transición entre las protegidas y las muy manipuladas. En las áreas rústicas, una explotación racional puede ser compatible con la conservación de los recursos bióticos. En tal sentido, corresponde destacar que la conservación de la biodiversidad es un problema global y sistémico que incluye la modificación de numerosos patrones culturales.

La crisis económica de los países en desarrollo, entre los que se incluyen los latinoamericanos, conduce a prácticas perniciosas difíciles de corregir, tales como la colonización a ultranza o la expansión de fronteras para la ganadería y la agricultura, a costa de un deterioro de otros ecosistemas. Es preciso reconocer que la pobreza no es compatible con un uso racional de los recursos naturales, lo que pone de manifiesto, una vez más, el carácter político y social -no solamente científico- del problema ecológico.

Se requiere, por otra parte, que los países iberoamericanos tomen conciencia de la importancia estratégica de la biodiversidad, de tal modo que el tema sea incluido en la agenda de las negociaciones acerca de intereses específicos de la región en los principales foros internacionales. 3. Nuevos paradigmas en ciencia y tecnología.

Los nuevos paradigmas científicos y tecnológicos, cuyo carácter revolucionario y su capacidad de transformación económica y social es asombrosa, plantean el interrogante de su articulación con los requerimientos del desarrollo sustentable.

La respuesta a tal cuestionamiento parte de la constatación del hecho de que se están operando cambios mayores en las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad. En efecto, se constatan permanentemente nuevos sesgos de la investigación, nuevos patrones de trabajo y comunicación y nuevas formas de articulación entre académicos y empresarios. Estas transformaciones alcanzan también al sistema educativo, de modo tal que la brecha entre países desarrollados y países en desarrollo no remite sólo a la redistribución de la riqueza, sino que involucra al conocimiento, las concepciones educacionales y el perfil de las actividades productivas.

Es necesario, por consiguiente, que los países iberoamericanos realicen cambios en las políticas, contenidos y métodos de la educación formal, refuercen los mecanismos de cooperación científico-tecnológica, profundicen los vínculos entre las instituciones científicas y universitarias con las empresas y desarrollen capacidades para la gestión de la investigación y la innovación.

Los nuevos paradigmas científicos y tecnológicos confieren un peso creciente a los factores endógenos del desarrollo. Tanto el conocimiento, como los recursos humanos se han convertido en factores decisivos del desarrollo económico, pero al mismo tiempo son la expresión de las características de la idiosincracia de cada sociedad y de sus capacidades de enriquecer la identidad cultural, así como de liberar sus fuerzas creativas. Debido a ello, todavía más que en el pasado, los factores endógenos condicionan el desarrollo científico-tecnológico, productivo y de la sociedad en su conjunto.

Ahora bien, cabe establecer un interrogante sobre las oportunidades reales que tienen los países iberoamericanos para insertarse en la economía mundial basados en su desarrollo endógeno. En efecto, los paradigmas emergentes han impuesto una nueva división internacional basada en el acceso al conocimiento aplicable a la producción de bienes y servicios. Como consecuencia de ello, América Latina ha visto caer su participación en el comercio mundial, lo cual, sumado a los procesos de ajuste, explica el aumento de la pobreza, las crecientes diferencias en los tejidos social y productivo y también el deterioro del medio ambiente.

Las diferencias observables en el orden mundial están también relacionadas con el impacto de la revolución científicotecnológica. Tales disparidades son agravadas por las políticas de los grandes centros de poder internacional y el dominio que ejercen sobre los mercados, la tecnología, la información y el sistema financiero.

Pese a tales condiciones adversas, en el actual escenario internacional de tendencias globalizadoras ningún país puede permanecer aislado, si bien requiere el reaseguro de procurar el desarrollo sostenible sobre el apoyo de la fuerza endógena de transformación de la sociedad, particularmente si este proceso se proyecta a nivel regional, movilizando energías, afirmando la identidad cultural y desarrollando estrategias que permitan el mejor aprovechamiento de recursos y oportunidades. Por consiguiente, el desafío en este ámbito consiste en la capacidad de combinar la inserción en el orden mundial con la movilización de los factores endógenos de desarrollo (democracia, libertad, identidad cultural y creatividad).

Los nuevos paradigmas plantean problemas cuya solución se ubica dentro de las opciones de la sociedad y de las decisiones políticas. Al mismo tiempo arrojan nueva luz sobre el significado de la integración iberoamericana y contribuyen a ampliar las posibilidades de cooperación convenientes entre todos los países de la región. Para ello, es preciso modificar la lógica del desarrollo imitativo, proponiendo estrategias apoyadas en una nueva ética basada en valores como la democracia y el fin del "apartheid" social, garantizando las necesidades básicas de la población y procurando una economía eficiente y descentralizada, compatible con el equilibrio ecológico.

Se trata, en definitiva, de un problema multidimensional que requiere aproximaciones integradoras de los conocimientos acerca del hábitat con las estrategias productivas. Así, por ejemplo, la transferencia de tecnología deberá ser ajustada al funcionamiento, estructura y dinámica de los ecosistemas, a la cultura y a la calidad de vida de la población en su conjunto. En lo referente a las patentes, la propiedad industrial no debería constituir un elemento que entorpezca las relaciones económicas entre los países, especialmente en los ámbitos de la educación, la salud, la alimentación y el medio ambiente. 4.Cooperación científica como instrumento de integración y cohesión

La ciencia y la tecnología, como factores de importancia creciente para el desarrollo sostenible, deben ser objeto de programas de cooperación en el ámbito iberoamericano, con mayor énfasis aún que hasta el presente, sin dejar por ello de reconocer que en los últimos años se han realizado avances alentadores.

¿Por qué cooperar en ciencia y tecnología? En primer término, por la naturaleza global de los problemas ambientales y por el rumbo también globalizado que adquiere el desarrollo científico-tecnológico a escala mundial, no sólo a través de las acciones gubernamentales, sino también por las estrategias de las grandes empresas. En segundo término, porque la cooperación regional en esta materia permite una sinergia positiva que hace posible alcanzar objetivos más ambiciosos en relación a los problemas que plantean el desarrollo sostenible y la búsqueda de una mayor cohesión entre los países de distinto grado de desarrollo relativo.

En efecto, a pesar de los problemas comunes que afectan a los países iberoamericanos, es posible distinguir entre "grandes" y "pequeños", no solamente por su población y producción, sino también por las capacidades científicas y tecnológicas acumuladas. Aunque constituya una aplicación extrema del término, es posible suponer que los países "grandes" han ejercido -no de forma constante- una voluntad política orientada a lograr un cierto desarrollo científicotecnológico, lo que actualmente le permite contar con sistemas relativamente más complejos que los "pequeños". La lógica de la solidaridad que debe ser instaurada para el logro del desarrollo sostenible hace necesario que los países grandes contribuyan a que los pequeños estén en condiciones de participar beneficiosamente en los programas de cooperación.

Es preciso consolidar en los países de la región una infraestructura científico-tecnológica capaz de alcanzar objetivos de importancia para el desarrollo sustentable. Esto requiere una voluntad política de los gobiernos, para realizar las inversiones necesarias en las universidades, centros de I+D e institutos de servicios tecnológicos, así como para formar los científicos, profesionales y técnicos capaces de incorporar los conocimientos más avanzados, adaptándolos a la realidad de cada país. Por la vía de consolidar las capacidades endógenas será posible aprovechar en mayor medida los recursos -aún no muy generosos- de la cooperación internacional.

Adicionalmente al esfuerzo de crear conocimientos propios, es preciso desarrollar capacidades para la asimilación de tecnología, como el camino más eficaz para reducir el retraso en esta materia. Una estrategia de tales características acaba con la ilusión del desarrollo autónomo, pero exige en cambio la movilización de energías y recursos que apoyen una fuerte interacción entre la educación, la investigación científicotecnológica y la producción.

Si los países de la región aspiran a consolidar capacidades comunes por el camino de la cooperación, deben prestar atención a temas de infraestructura básicos, tales como el intercambio de información y la dotación de redes de comunicación científica y tecnológica.

En un mundo crecientemente dominado por estrategias competitivas, los países iberoamericanos deben fortalecer su capacidad de innovación y comprender que ésta excede lo estrictamente científico y tecnológico, ya que consiste en un atributo de toda la sociedad. La innovación social surge de la expansión y cualificación del sistema educativo, de los cambios organizacionales tendentes a una mejor gestión de las actividades productivas y de la mejora de la calidad de vida de toda la población, en un contexto de armonía con el medio ambiente. Tal es el contenido de la aspiración al desarrollo sostenible. RECOMENDACIONES

  1. A fin de que no se pierda la oportunidad histórica surgida con ECO-RIO 92 es recomendable que los jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos establezcan una política articulada para desarrollar sus recomendaciones en lo que atañe al logro del desarrollo sostenible, cuya dimensión científica y tecnológica requiere la cooperación de todos los países de la región. Específicamente, que:
  1. Fortalecer la operatividad de las reservas de la biosfera y otras áreas protegidas en América Latina e incluirlas en un ordenamiento general del territorio, que incluya el desarrollo racional de las áreas rústicas. Poner en práctica, en el ámbito iberoamericano, la creación de "unidades regionales de desarrollo sostenible" recomendadas por ECO 92, como territorios en los que sea posible llevar a cabo programas de desarrollo que no impacten en relativamente el medio ambiente. Para ello, se recomiendan las siguientes acciones específicas:
  1. Promover que las universidades de la región se conviertan en "centros de gravedad" de la producción de conocimientos, de modo tal que la investigación básica y aplicada que ellas realizan, así como la formación de científicos, profesionales y técnicos, sirva a las necesidades de la comunidad en la que se insertan, dentro de las prioridades que la sociedad establezca.
  2. Exhortar a la comunidad científica y tecnológica a que asuma su creciente responsabilidad social, contribuyendo a la toma de decisiones a nivel político, a la vinculación de la I+D con el sector productivo y al logro de modalidades de desarrollo sostenible.
  3. Mejorar los métodos de gestión de la cooperación científica, a fin de poder adoptar estrategias adecuadas y métodos pertinentes de organización y negociación, potenciando 1os resultados ya alcanzados mediante la cooperación entre los países de la región.

Para el logro de estos objetivos se sugieren las siguientes acciones:

  1. Potenciar la acción del Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED) como un instrumento que ha demostrado su adecuación a la demanda de constituir una comunidad científica regional vinculada con las necesidades sociales. Estimular también otras iniciativas de cooperación que tiendan a vincular las capacidades de formación de recursos humanos, investigación científico-tecnológica e innovación productiva, favoreciendo la constitución de un mercado común regional de conocimientos orientados al desarrollo sostenible, garantizando el libre acceso a ellos por parte de científicos y empresarios, en un marco de necesaria libertad académica y de aliento a la innovación.
  2. Propiciar la constitución de un grupo de estudio para la creación de un espacio de reflexiones orientado a conformar una Universidad Abierta Iberoamericana de Ciencia y Tecnología para el desarrollo sostenible cuyos objetivos incluyesen el estudio acerca del futuro de la humanidad, el desarrollo de formas adecuadas de aplicación de los recursos de la ciencia y la tecnología para la solución de los problemas crónicos que degradan la calidad de vida de las poblaciones y el medio ambiente, especialmente de los centros urbanos.

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Acknowledgments